Paraguayo. Centrodelantero. De Independiente
(1934-46, 325 partidos, 293 goles) y Huracán (1947, 7 partidos). Jugó 332
partidos, 293 goles.
Su carrera comenzó en Nacional de
Paraguay, donde debutó a los 16 años. Allí
despertó la admiración de los hinchas paraguayos.
El elenco de Avellaneda tuvo el acierto de
incorporarlo en forma curiosa en 1934. Durante la guerra entre Bolivia y
Paraguay, la Cruz Roja de los guaraníes formó un equipo de fútbol a cargo de un
teniente coronel, con el objeto de recaudar fondos
para los damnificados. Ese equipo que, Erico
integraba a los 17 años, vino de gira a Argentina y fue
donde dirigentes de River e Independiente quedaron maravillados por lo realizado por Erico. Los
de esta última entidad fueron quienes pudieron hacerle firmar un contrato
profesional. Dirigentes de los “Diablos Rojos” tuvieron
una dura negociación porque Arsenio era menor de edad y el teniente coronel
manifestó la inconveniencia de ceder el pase, porque por la guerra podían
declararlo desertor ya que con más edad debía hacer la
conscripción efectiva en su patria que estaba en guerra. Igualmente, siguieron
con las negociaciones y consiguieron incorporarlo a cambio de los 12 mil pesos
que les pagaron a Nacional de Asunción.
Debutó para los “rojos” el 6 de
mayo de 1934 contra Boca Juniors sin marcar goles. Y a la siguiente fecha
contra Chacarita Juniors logra el primero y el segundo de sus 293 goles.
El paraguayo rápidamente
se convirtió en ídolo de los Diablos Rojos, donde demostró una extraordinaria
eficacia.
Después de un par de años con
lesiones que lo marginaron de las canchas, en 1937 desencadenó todo su
potencial: 47 goles en un solo año. Al año siguiente llevó a Independiente a su
primer título nacional en la época profesional y de yapa repitió el récord de
goles por año marcando 43 tantos.
En 1939, el paraguayo volvió a
ser fundamental en el equipo que logró el bicampeonato. Fueron dos años de
mucho esplendor de parte de Erico, que conformó
una delantera fantástica con José Vilarino, Vicente De La Mata, Antonio Sastre
y Juan José Zorrilla.
En 1942, al negársele un
aumento en su contrato, se fue a Paraguay. Ahí saldó una vieja deuda personal y
familiar: dio la vuelta olímpica con Nacional. Además, Erico iba a
jugar por la Selección de su país ante Argentina por la Copa Chevallier
Boutell. Independiente reclamó a la AFA y el partido se suspendió, con la
consiguiente conmoción del público paraguayo. Los dirigentes del club de
Avellaneda debieron viajar a Asunción para restablecer las relaciones y, tras
intensas gestiones, lograron convencerlo, pero con un gran incremento en su
contrato. Luego, por una afección en los meniscos de la que no pudo
recuperarse, mermó en su rendimiento.
La excepcional campaña que cumplió en
Independiente, que le permitió convertirse en el máximo goleador del fútbol
argentino con 293 goles, no impidió que tuviera una poco cordial despedida, que
no premió su capacidad ni su conducta ejemplar.
Erico dejó el fútbol con toda la gloria ganada
en las canchas por su maravilloso juego y sus goles espectaculares.
En la historia del fútbol
argentino Arsenio debe ser evocado como un deportista ejemplar junto con su
estilo fino y elegante, que le permitió convertir goles de alta clase.
Se radicó en la Argentina
sin ir mucho a la cancha. “Preferí jugarlo y no verlo”, solía afirmar. Claro,
el gusto de ver el fútbol era verlo a él, se podría asegurar. Falleció el 23 de
julio de 1977, a los 62 años.
Al día siguiente, Independiente
jugó contra River y la hinchada roja se la pasó coreando “¡se siente, se
siente, Erico está presente…!”. Los rojos le ganaron a los millonarios 2 a 1
tras ir perdiendo 1 a 0.
En homenaje a él, una tribuna del estadio de Independiente
lleva su nombre al igual que la cancha del Defensores del Chaco (Paraguay) y el
estadio de Nacional
se llama Arsenio Erico.
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