martes, 4 de agosto de 2009

Walter Gómez


Uruguayo. Delantero de River (1950-55). Jugó 140 partidos, 76 goles.

En 1944 con 16 años, ingresó en la cuarta división de Central y el primero de julio de 1945 debutó en primera, frente a Defensor. Deslumbró. Después repitió la actuación contra Rampla Juniors. Y siete días más tarde la rompió ante Nacional, en el Centenario. El periodismo uruguayo lo consagró con el título: “ha nacido un botija genial”.

Rápidamente integró, con 17 años, la Selección uruguaya, donde tuvo un desempeño que impresionó al público argentino. Después de aquella gran actuación, su destino no podía ser otro que a un grande del fútbol uruguayo. Y en 1946 pasó a Nacional integrando una gran delantera: L. E. Castro, él, Atilio García. Porta y Zapirain. Allí salió campeón del torneo uruguayo en 1946 y 1947.

En un clásico a comienzos de 1949, agredió a un juez y fue suspendido por un año. Y por eso Antonio Liberti, presidente de River, cruzó el charco en 1950 para convencer a los dirigentes de Nacional y contratarlo. Se salió con la suya, arregló con los dirigentes del equipo uruguayo y el pase costó 650.000 pesos argentinos y el pase definitivo del interior derecho Rubí Cerioni, tasado en 100.000 pesos.

El uruguayo vivió sus años dorados en Argentina, pasó a jugar de 9 y alrededor de él, fabricaron una segunda "Máquina", la de los 50´ (hasta 1955), con Prado, Vernazza, Labruna y Loustau, para sustituir a la del 41’ (hasta 1946), de Moreno, Muñoz, Pedernera, Labruna y Loustau.

Su debut, fue en Rosario, contra Newell's, y al minuto de juego marcó el primero de sus 76 goles en River.

A partir de ese encuentro se ganó a la hinchada “millonaria”, que lo erigió en ídolo.

Walter Gómez tenía excepcionales condiciones técnicas: un pique, que sacaba indescontables ventajas, con su cintura desconcertante, con esa gambeta que parecía imposible, con su gran manejo para darle a la pelota el destino que quisiera, con su facilidad (para pasarla de un pie al otro, o para llevarla de rastrón y levantarla sorpresivamente por encima de la cabeza del adversario e ir a buscarla a espalas de este) se convirtió, para siempre, en el número 9 que esta en la idealización de cualquier director técnico o hinchada.

Muchas veces jugó lesionado. River lo necesitaba y él salía, luego de la consabida inyección para calmar los dolores. En esas condiciones actuó la tarde de la 28° fecha de 1953, contra Racing en el Monumental, un partido trascendental en el que los dos equipos se jugaban el campeonato. Su sola presencia, su increíble personalidad futbolística, su enorme capacidad para absorber el castigo (Dellacha lo golpeó malamente apenas iniciado el partido, Walter se levantó y siguió pidiendo la pelota en todo momento) desbarataron los planes tácticos de la visita y River logró los dos puntos que le valieron el título del año.

El uruguayo dio tres vueltas olímpicas con River en 1952, 1953, 1955. En este último año, en la mañana del domingo 11 de diciembre, vistió por última vez la camiseta del equipo Millonario, que ya era campeón del torneo. El rival fue Racing y antes del partido (que finalizó 2-2), entre el canto de su hinchada, los locales dieron la vuelta olímpica. Fue la última vez de Walter en la Argentina y se dio el gusto de rubricarla con un gol que fue una obra maestra en Núñez: entró al área, eludió a dos adversarios en una baldosa, metió “un caño” al tercero, y clavó la pelota en un ángulo.

Se terminaba un romance, el de Walter y el hincha. Lo suyo se hizo canto para la historia en las voces de las tribunas: "¡La gente ya no come por ver a Walter Gómez!", estremecían los domingos sus adoradores.

A principios de 1956, River lo transfirió al Milán, pero cuando llegó a Italia se encontró con la sorpresa de que ese club tenía cubierta la cuota de futbolistas extranjeros y se concretó su pase al Palermo, otro club italiano. Ahí jugó, hasta 1959, con Santiago Vernazza, su compañero de River. En ese año, volvió a Nacional, donde el 22 de noviembre, en un nuevo clásico con Peñarol, hizo el gol que le permitió a su equipo vencer al tradicional rival por 1-0 y alcanzarlo en el primer puesto del torneo.

Luego de pasar fugazmente en Nacional, en 1961 pasó a jugar en el fútbol colombiano, pero ya no era el Walter Gómez esplendoroso. Regresó a Uruguay decidido a abandonar el fútbol, pero en 1964 aceptó una oferta del Deportivo Galicia de Venezuela. Fue su último equipo y se despidió del fútbol ante su propia gente: cuando Galicia jugó un amistoso con Cerro, de Montevideo. Convirtió tres goles, y se retiró del campo de juego ovacionado por el público y con la cálida admiración de sus compatriotas.

Se radicó en Buenos Aires, trabajando en el Monumental de River, el estadio donde tantas veces deleitó a la hinchada con su juego.

El 4 de marzo de 2004 falleció en Buenos Aires a causa de una afección pulmonar.
Su campaña en el fútbol argentino:
Año//Jugó//Goles
1950// 34// 22
1951// 26// 17
1952// 24// 12
1953// 21// 8
1954// 20// 11
1955// 15// 6
Total: 140// 76

1 comentario:

Unknown dijo...

Tal vez uno de los más grandes jugadores, a nivel individual y gambeteadores, que haya existido. Nunca lo sabremos, por la falta de material visual. Lamentablemente otra cosa, los viejos que lo vieron siempre dicen que todos los de antes eran unos fenómenos!

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